«Hackear es evadir de forma inteligente los límites impuestos, ya sean impuestos por tu gobierno, por tus propias habilidades o por las leyes de la física»

En conmemoración del Día Internacional de la Mujer, este artículo rinde un homenaje especial a Jude Milhon, más conocida como “St. Jude”. Fue programadora, activista y escritora, pero, sobre todo, una figura que encarna la rebeldía expresada en forma de hacker. Mientras algunos la reseñan por su ingenio informático, otros la describen como una firme defensora de las libertades de la privacidad civil y pionera en incentivar e impulsar la participación de las mujeres en el ciberespacio. Su historia, llena de curiosidad, valentía, humor, ironía y sarcasmo, sigue inspirando a quienes buscan hackear nuestro mundo que todavía presenta múltiples desigualdades.

Cuando el hackeo se vuelve misión: La fe rebelde de Jude Milhon

La comunidad hacker no suele conceder títulos a la ligera; sin embargo, a Jude Milhon la proclamaron su “Santa protectora”. El apodo no nació de la devoción religiosa, sino de su carácter contestatario, su ingenio técnico y su constante labor por difundir una cultura hacker libre, abierta y segura para todas las personas. En un momento en el que la tecnología se asociaba casi exclusivamente con la élite militar o académica, ella demostró que “hackear” es algo más amplio que introducirse en sistemas informáticos ajenos: “El enfoque hacker funciona para todo en la vida. Al menos, hará que sea más probable que analices los elementos de tu vida. En el mejor de los casos, te hará querer transformar esos elementos como un alquimista”—un acto de rebeldía que, según Milhon, busca sacudir estructuras opresivas y aprovechar la creatividad para el bien común.

Tras las rejas por la igualdad: El precio por desafiar lo injusto

Jude nació el 12 de marzo de 1939 en Washington D. C., sin embargo pasó gran parte de su infancia y adolescencia en Indiana. Fue allí donde dio sus primeros pasos como activista, participando en las protestas y eventos históricos como la marcha de Selma a Montgomery (Alabama) y las protestas en Jackson (Misisipi) en pro del fin de la segregación racial en Estados Unidos, ella no dudaba en alzar la voz si consideraba que las leyes o las costumbres eran injustas.

Así fue como, antes de convertirse en programadora, forjó su espíritu de lucha; ella entendía que cambiar el mundo implicaba desafiar los límites impuestos por la sociedad. Esa misma rebeldía, que en los 60’s la llevó a la cárcel en repetidas ocasiones por desobediencia civil, sería el motor de su incursión posterior en el mundo hacker.

Sin duda Jude fue una mujer disruptiva, y me atrevo a pensar que el vivir en una época estimulada por el racismo, fue su esencia humanitaria y la sed de igualdad lo que la impulsó a luchar, y es que aunque ella “estaba en el lado de los privilegiados”, era de ese grupo de personas que piensa en el bienestar colectivo sin importar el color de piel.

Máquinas expendedoras, Fortran y la cultura Hippie: los orígenes de su espíritu hacker

Era 1967 cuando consiguió su primer trabajo como programadora en Horn & Hardart, una empresa de máquinas expendedoras en Nueva York. El entorno corporativo no fue impedimento para que expandiera sus horizontes: rápidamente comprendió que la informática podía ser una herramienta de transformación social, sobre todo si se sacaba de los laboratorios y se acercaba al público en general.

A mediados de los 70’s, mientras “La Red” (Internet) no era más que un proyecto reservado a militares y universidades, Jude se topó con un libro que cambiaría su vida: Teach Yourself Fortran. Aprender programación de forma autodidacta no era común, pero ella, guiada por la curiosidad y la determinación, aprovechó cada página para instruirse en Fortran, uno de los lenguajes de programación más utilizados en aquel entonces.

Buscando un ambiente más libre, se mudó a Berkeley, California, en pleno apogeo de la contracultura hippie. Allí mezcló el idealismo de la época con el potencial tecnológico que se divisaba. En esa atmósfera emergente, Jude comenzó a articular su visión de un ciberespacio abierto, donde la gente fuera más que simple usuario y pudiera participar activamente en la creación y el intercambio de información.

En su pensamiento futurista, Jude se dió cuenta del potencial que tenía la informática para transformar el mundo. "Creo que la tecnología resolverá todos nuestros problemas, personales o científicos”.

“Tal vez las mujeres no seamos ideales para la lucha física, pero sin duda sobresalimos tecleando como ráfagas”. Esas eran las ideas que reinaban en su cabeza y vaya que no estaba alejada de la realidad.

Community Memory, la visión de una red abierta

Fruto de esos pensamientos innovadores sustentados por tecnología, surgió Community Memory, un proyecto inaugurado en 1973 junto a otros entusiastas. Fue, en esencia, el primer sistema público de tablones de anuncios informatizados. La máquina, un terminal Teletype Modelo 33 conectado a un ordenador SDS 940 mediante un módem, se instaló en un lugar accesible al público para que cualquiera pudiera leer y publicar mensajes.

En un periodo histórico previo a la World Wide Web (www), Community Memory representaba un acto visionario: Milhon y sus compañeros creían que la tecnología debía democratizarse, de modo que no solo las grandes instituciones tuvieran la última palabra. Para Jude, el ciberespacio debía ser un espacio colectivo donde “hackear” fuera sinónimo de creatividad y cooperación, en lugar de estar estigmatizado como una práctica exclusivamente delictiva o restringida a expertos.

Cuando la privacidad es poder: La gesta cypherpunk encripta la libertad

La década de los 90 marcó un salto enorme en el desarrollo de Internet. En ese contexto, Jude Milhon no solo continuó programando y escribiendo, sino que también dio un paso al frente en la defensa de la privacidad y la libertad en línea. Fue miembro fundadora del grupo que se autodenominó “cypherpunks”, un término que ella misma propuso para unir “cipher” (cifrado) con la rebeldía “punk”.

El movimiento cypherpunk abogaba por blindar las comunicaciones digitales mediante criptografía, con el fin de prevenir la intromisión de gobiernos y grandes corporaciones en la vida privada de las personas. Para Jude, la libertad era su “No Negociable”, no bastaba con manifestarse en las calles en contra de la segregación, también había que levantar la voz cuando Internet corría el riesgo de convertirse en un medio de vigilancia masiva.

“Cada revolucionario es un hacker que hackea el sistema social”, dijo Jude, refiriéndose a la necesidad de romper barreras —legales, culturales o técnicas— que limiten la posibilidad de cambio. Bajo esa premisa, sus esfuerzos se volcaron en popularizar la cultura cypherpunk y empoderar a quienes veían en la red un territorio para la resistencia y la innovación.

Hackeando estereotipos: ‘Las chicas necesitan módems

Uno de los aspectos más disruptivos de Jude Milhon fue su empeño en sumar a las mujeres al mundo de la programación y el hacking. En sus entrevistas, repetía con insistencia que “las chicas necesitan módems” y que cualquier supuesta “fragilidad” femenina era una construcción social que se podía —y debía— hackear. Entendía la tecnología como una escuela abierta que permitiría a las mujeres expandir sus capacidades, sus redes de contacto y su poder de decisión.

En 1994, publicó Hacking the Wetware: The Nerd Girls Pillow-book, un texto con el que trataba de desmitificar el funcionamiento de la Red y mostrar que programar no era un terreno vedado para las mujeres. Su estilo era provocativo, divertido y directo. Asimismo, animaba a cada lectora a “endurecerse” ante la hostilidad que a veces surgía en espacios dominados por hombres, apelando a la ironía y a la libertad de expresión como herramientas clave.

“Cuando estás en el ciberespacio nadie sabe cuál es tu sexo”. Ese anonimato permitía a las mujeres liberarse de la imagen que la sociedad exigía que tuvieran. Así lo escribió en un correo que envió a una periodista de la revista Wired en 1995: "Deberíamos pensar en Internet como una escuela a la que muchas chicas como nosotras nunca tuvieron la ocasión de asistir, utilizándola precisamente para superar el miedo de no ser lo bastante guapas, lo bastante cultas, lo bastante fuertes, lo bastante bellas, lo bastante despiertas o lo que sea".

Así contribuyó a que muchas se atrevieran a participar en foros, proyectos y grupos de desarrolladores, sembrando el germen de una comunidad femenina más sólida en el ámbito de la informática.

Entre líneas de código y letras subversivas: el impulso literario de una hacker visionaria

Aunque su mayor pasión era la programación, Milhon también encontró en la escritura y la edición un instrumento de comunicación fundamental. Publicó varios libros, entre ellos:

  • The Cyberpunk Handbook (1995), donde hace una radiografía sarcástica y desenfadada de la cultura ciberpunk.
  • How to Mutate and Take Over the World (1996), co-escrito con R. U. Sirius, que mezcla ironía, teoría de la cultura digital y manual de “supervivencia” en la red.

Además, fundó y editó la revista de cultura tecnológica y anárquica Mondo 2000, un referente en la escena underground de la época y precursora de otras publicaciones como Wired. Allí, Milhon se desempeñó como redactora jefa hasta sus últimos días, aportando sus ideas revolucionarias sobre ciberespacio, sociedad y libertad. Su estilo de redacción combinaba humor ácido con una visión seria sobre la responsabilidad social de la tecnología, llevándola a discutir temas que entonces eran muy poco explorados.

Despedida y trascendencia: Un legado que perdura

Jude falleció el 19 de julio de 2003, de un cáncer de mama. Aquel día, muchos medios y colegas se refirieron a ella como la “santa protectora” que había guiado a toda una generación de hackers. Su muerte dejó un vacío en la comunidad cyberpunk, sin embargo, el eco de sus ideas trasciende el tiempo.

Más allá de sus contribuciones técnicas, brilla su humanidad: una mujer que no temía protestar en las calles por la igualdad racial ni plantar cara al patriarcado en el mundo tecnológico. Cada una de sus anécdotas —desde aprender a programar en Fortran por su cuenta, hasta bromear sobre “hackear” sistemas sociales— demuestra que la curiosidad y la rebeldía pueden unirse para romper moldes y abrir oportunidades.

En este Día Internacional de la Mujer, su nombre resuena como un ejemplo de valentía y creatividad. Inspiradas en su figura, muchas mujeres se han adentrado al campo de la programación y el hacking, formando comunidades que siguen “eludiendo inteligentemente” los límites impuestos. Honrar a Jude Milhon es, por tanto, reconocer que la tecnología debe ser un espacio inclusivo, sin importar el género, y que, como ella misma dijo, “cada revolucionario es un hacker” decidido a mejorar el mundo mediante la acción y el ingenio.

Para quienes hoy persiguen la transformación social a través de la innovación tecnológica, Jude Milhon es un ejemplo que nos recuerda que hackear es, sobre todo, un acto de creación y libertad, y que la red, si la concebimos bien, puede seguir siendo ese gran punto de encuentro entre la colaboración y el empoderamiento colectivo. Su vida y su obra nos recalca que los cambios profundos empiezan cuando alguien se atreve a cuestionar y a transformar las reglas… y que es posible hacerlo con una sonrisa irónica en los labios, un módem bajo el brazo y un fuerte compromiso con la justicia social.