Siempre me ha gustado pensar que todo está conectado. De una u otra forma, todos estamos entrelazados entre nosotros y con el mundo que nos rodea. Nuestro universo no es más que un entramado de hilos invisibles que unen personas, sucesos, objetos y conceptos. Quizás esto les recuerde la creencia del hilo rojo, ese mito que dice que nuestras almas gemelas están unidas por un lazo inquebrantable. Sin embargo, yo lo veo de otra manera: no solo estamos conectados a personas, sino también a eventos que marcarán nuestra vida, lo que hoy en día se conocen como eventos canónicos.
Pero volviendo al tema principal, la ciencia no existiría en su totalidad sin la influencia de otras áreas del conocimiento, como la religión, las letras o el arte. A mi parecer, el arte es una ciencia, y la ciencia, un arte. Tomemos como ejemplo las esculturas de mármol: las obras maestras de Miguel Ángel son anatómicamente perfectas, con un nivel de detalle humano impresionante. Leonardo da Vinci, por su parte, estaba fascinado con la anatomía, lo que le permitió crear obras magistrales y comprender mejor la estructura del cuerpo humano.
La literatura también es un reflejo de esta interconexión. La poesía, por ejemplo, tiene su propia estructura científica. Existen dos tipos principales de rima: la consonante y la asonante. La rima consonante ocurre cuando la terminación de los versos coincide en vocales y consonantes a partir de la última vocal acentuada. En cambio, la rima asonante solo coincide en las vocales. Esto demuestra que hay ciencia en el arte de hacer poemas.
Otro ejemplo es la cocina. Cocinar es un arte, aunque, sinceramente, no es una habilidad que domine del todo. Sin embargo, sé lo básico. Y aunque muchos la ven como una forma de expresión creativa, también es una ciencia. Cada ingrediente tiene un tiempo de cocción específico, y ciertas combinaciones funcionan mejor debido a la compatibilidad entre sabores y texturas. Descubrir qué ingredientes armonizan entre sí es, en esencia, un proceso científico.
En cuanto a la relación entre ciencia y religión, creo que ambas se complementan. No entraremos en debates sobre milagros o creencias, pero gracias a la ciencia sabemos que muchos de los lugares, eventos y personajes mencionados en la Biblia realmente existieron. Hay pruebas científicas que respaldan ciertos pasajes históricos.
Podríamos seguir enumerando ejemplos en la naturaleza, en los animales y en la vida misma. Nuestra existencia sería demasiado lineal si solo siguiéramos un camino sin conexiones. Si perdiéramos estos vínculos, dejaríamos de ser humanos en muchos sentidos. Quizás eso es lo que todavía nos distingue de las máquinas (aunque ese es un tema para otro día; me encantaría leer sus opiniones al respecto). Si exploramos nuestro pasado, encontraremos conexiones con lugares y personas que jamás imaginamos. No es casualidad que servicios como 23andMe sean tan populares hoy en día.
Somos ciencia, arte y religión en un solo ser.