Viajando hacia tierras lejanas en oriente medio se encuentra Leila, donde va a pasar unas vacaciones fuera de la rutina y las personas que la acompañan en su día a día.

Las cosas en su casa de Santa Rosa se pusieron algo repetitivas y poco desafiantes. Es común para ella tener que estar con varias personas distintas durante el día y poder conocer la intimidad de cada una porque se dedica a la Osteopatía.

Pero esta vez, había algo que la estaba persiguiendo, una idea acerca de la vida que quería continuar construyendo en esa tranquilidad del campo en La Pampa.

Tal vez, este viaje por Capadocia le traiga la suficiente perspectiva que necesita para terminar de decidirse.

Hay algo en la aridez de esta zona de Turquía que le fascina. Tal vez, le recuerda esa conexión con la tierra, una tierra seca que convierte a las personas en buscadores de fertilidad. Que las hace introspectivas y resistentes... así como también les enseñara que todo va a costar un poco más, al menos llevara más esfuerzo. Pero que al fin florecerán, como lo hace la rosa del desierto, a pesar de las secas condiciones que la rodean, su belleza floreciente se convierte en un símbolo poderoso de resistencia, renovación y belleza interna.

Llegando al hotel, se encuentra en la recepción, junto a la escalera que conduce a la entrada, un gatito aterrorizado. Tiene unos ojitos amarillos como el sol y un pelaje entre marrón luminoso y amarillo. Sus ojitos atemorizados se conectaron inmediatamente con ella, transmitiendo ternura y pánico.

La persona de recepción, llamada Softish, le explica en turco que apareció hace unos días y Leila, sin entender demasiado el idioma, se comunica en inglés y logra quedarse con el gatito a su cuidado.

Ella sabe que ese gatito de ojitos tan tiernos la estaba esperando, tal vez había un compromiso de otra vida, para que se encontraran y se protegieran mutuamente.

Había algo en su conexión que no iba a dejar pasar por alto. Y su conciencia, le intuía que el amor por la vida es amor hacia todos los seres sintientes.

Enseguida Softish, le dio una habitación muy cómoda y la consintió con una vista increíble a un complejo de cuevas abandonadas en el valle de Göreme. Softish se sintió muy conmovida por la actitud tan protectora de Leila, una persona a la que recién conocía.

Ya sola en la habitación junto con su nuevo compañero amarillo se relajó y pudo darle un espacio y un nombre. Decidió bautizarla Ámbar, era gatita. Luego de una ducha y acomodar lo que se encontraba en su valija, Leila se sintió llena de energía y totalmente motivada por esta nueva experiencia en Capadocia, iba a aprovechar cada minuto por delante.

Comenzaría a buscar un recorrido por el desierto, que tanto le atraía. Las personas del lugar le recomendaron el tour que salía esa misma tarde, y decidieron partir junto con Ámbar.

Tenia el tiempo suficiente para reunir ropa, comida y un transporte para su nueva compañía. Con muchas expectativas, encontramos al grupo que se reunía en una calle en diagonal al hotel. Emprendió el viaje en un mini bus bien equipado y lo más importante, llevaba comida en caso de que decidiera pasar la noche en otra cautivante ciudad.

La geografía de Capadocia te invita a soñar con sus laberintos de chimeneas de hadas cuya forma se modifica en cada parpadeo. Se bajaron del minibús para tomar fotos y decidir, con Ámbar acurrucada en la mochila, adentrarse en esos laberintos tan misteriosos. ¡No podía perder la oportunidad de recorrerlos! - pensó.

Comenzaron a caminar y el paisaje lleno de túneles con formas cada vez más extrañas, era fascinante. Algunas cuevas eran surrealistas con pasadizos cada vez más profundos y atractivos. Sin darse cuenta, se filtraron en un túnel muy largo y profundo que conectaba a lo lejos con una luz muy blanca y brillante. Decidió continuar caminando hacia el otro lado.

En la mitad del recorrido, sintieron un silbido, algo que parecía querer avisarles de una presencia. Tal vez estaba exagerando, pensó, pero el silbido volvió a insistirles. Al cabo de un momento, una sombra pasó frente a Leila, que llevaba a Ámbar en su mochila, y ambas, asustadas, frenaron en seco.

Quiso encender una linterna, pero ese silbido se convirtió en un rostro iluminado por un faro que lo cargaba de misterio. Se asustó y quiso dar unos pasos hacia atrás, pero la persona que le hablaba le pedía que estuviera calma, que no se moviera.

Algo le hizo confiar, sintió su pecho como una esponja que se torcía y le pedía que esperara. Que escuchara…

El rostro que les hablaba termino de completarse con un cuerpo muy pequeño y delgado, de gestos suaves que solo indicaban que no diera otro paso al costado.

Al iluminar el pasadizo, Leila vio que una pendiente con un hermoso canal de agua estaba al lado. No caímos gracias a este ser que se presentó junto a nosotras - le indico su conciencia.

Este pequeño ser les hablaba a Leila y Ámbar mentalmente y con señas. Sentía sus pensamientos con mucha claridad y podía comunicarse casi sin esfuerzos.

Les cuenta que se acercó porque los gatos eran seres muy valorados, en la dimensión de donde él venia. Y como lo vio en peligro, decidió intervenir.

Los gatos nos enseñan a observar y aprender, también a apreciar la sensibilidad y aceptar a los demás sin pretender cambiarlos. Ellos aman y son independientes, pero a la vez compañeros, reflexiono.

Le pregunta si sabía que estaba en una zona donde los portales con otras dimensiones están totalmente abiertos. Era algo peligroso transitar por allí.

Pero el deseo de conocer y saber más le impidió a Leila dimensionar esto.

Solo quería saber sobre esa luz que brillaba al final del túnel. El hombrecito decidió custodiarlas y continuar caminando hacia la luz.

En unas partes del camino la gravedad comenzó a cambiar y tuvieron que caminar agachados, como escalando el suelo. Y de repente, a sus espaldas se encontraba otro portal, pero este era una ventana hacia el cosmos, otra galaxia. ¿Qué maravilloso –pensó- que podía pasar si nos adentráramos allí?

Acompañada de Ámbar y custodiada por el hombrecito, Leila decidió cruzarlo, solo era dar un paso o mejor dicho girar la espalda y volar. La superficie de este plano no existía, solo flotaban junto a unos asteroides llenos de jardines. Otros, estaban llenos de lava y así con distintas características. En este plano, no había gravedad y nada parecía tener un orden. Ámbar flotaba junto a Leila, muy divertida, como jugando.

Fueron a parar a un asteroide inmenso, donde otros seres amorfos llenos de luz los esperaban. Sabíamos que vendrían a Quirón – dijeron- los custodios de los portales nos habían avisado.

Los ojos de Leila se iluminaron de asombro y no podía organizar todo esto en su conciencia. Pero, una vez más, la curiosidad la sobrepasa y necesitaba comprender quiénes eran.

Estos seres le explicaron que formaban parte de una Confederación de portales y que trabajaban por la paz y la unidad. El hombrecito lo sabia y por eso las custodio hacia allí.

Las figuras cambiantes de luz se presentan como los encargados de comunicar a los distintos portales y de organizarlos para la nueva Confederación. Le advirtieron a Leila que era una delegada del portal del desierto, y aunque lo vea improbable, tenía una misión: comenzar a comunicar y dar a conocer esta nueva Confederación.

Le contaron que ya habían contactado con otros delegados como los Susurradores del bosque o los Filósofos de la pradera. Y así cada uno fue tomando su responsabilidad y su misión.

Leila sintió en su pecho esa esponja que, en un momento se estrujo, ahora se estaba convirtiendo poco a poco en una crema de colores. Todo este mensaje hacia un eco en su ser, encontrando un propósito.

Que, como Alquimista del desierto, tenía una visión de unión que compartir, para que todos pudieran dirigirse hacia la nueva Confederación.

No es posible… - pensó- se están confundiendo, yo no puedo tener esa responsabilidad. Tengo muchos daños internos aún que reparar y tal vez no sea la persona adecuada.

Estos seres la miraron y la iluminaron con una tierna luz rosa, transmitiéndole toda su compasión y empatía. Le hicieron saber que ellos también fueron como ella en vidas anteriores.

De repente esa luz rosa se hizo cegadora, solo podía sostener un Ámbar, que estaba sentado sobre su hombro. El hombrecito custodio hizo un sonido que ya reconocían y les indico que era hora de volver.

La luz cegadora se convirtió en la salida al final del túnel, que estaban buscando, guiándolos de nuevo al valle de Göreme. Se encontraron una vez más en los laberintos de las ciudades subterráneas, ahora envueltas en una neblina que les otorgaba un aire más místico.

En lo alto, en el cielo, globos aerostáticos de diversos colores flotaban, haciendo difícil discernir si todo aquello era real o simplemente un sueño.