¿Por dónde empezar? Mi plan de vida incluía formar una familia. Encontré al amor de mi vida y empezamos mil proyectos juntos. Hace un año aprox. nos dijimos: “ya es hora, ¡estamos listos!”. Hoy, a un mes o menos de que nazca nuestro primer bebé ya casi no me identifico con los miedos que me acechaban al tomar la decisión. Pero es sorprendente que a pesar de que era parte de mi proyecto de vida, tener hijos a la vez me provocaba un montón de inseguridades.
¡Quiero hablar de todo eso! El miedo a la etiqueta de “ser madre”, el miedo al parto, el miedo a perderte a tí misma… Hablaré desde la perspectiva de las inseguridades que tuve: qué pensamientos cruzaban por mi cabeza, de dónde creo que vienen estas ideas, y cómo fue que a pesar de todo tomé la decisión de sí ser madre.
Nota: Cuando escribí el borrador de este artículo, pensaba que faltaba un mes para que llegara mi bebé. Peeeero… como se adelantó no me dio oportunidad de terminar de editrlo y publicar antes de que naciera. Así que la versión final de este escrito está influenciado por la llegada de la baby y mis nuevos sentimientos. ¡Pero me alegra haber dejado un borrador tan completo! Spoiler alert: Después publicaré la secuela de “la seguridad de ser madre: después del nacimiento” o algo parecido.
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Quiero empezar aclarando: Ser madre NO es mi responsabilidad hacia la humanidad. Ser madre NO es un requisito para una vida plena. Ser madre NO es una decisión que tenía que tomar antes de los 30 porque sino sería “demasiado tarde”.
Ser madre es simplemente uno de los caminos de vida que hay, y es uno de los caminos que yo escogí.
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Ser mujer nunca antes había sido más fácil, o más difícil, dependiendo de cómo lo quieras ver. En el mundo occidental, que es el que conozco y en el que crecí, las mujeres gozamos cada vez más libertad para tomar decisiones de vida, al menos comparado con generaciones anteriores, incluyendo nuestras madres y abuelas.
Ya no estamos (tan) limitadas a escoger carreras o profesiones de "mujeres". Tenemos derecho a la propiedad, a heredar, a construir un patrimonio, a abrir cuentas bancarias, a votar y tener participación ciudadana, a tener trabajos (casi tan) bien pagados como los hombres. Tenemos acceso a servicios de salud (con menos prejuicios), a expresar nuestra identidad y vida sexual (casi) abiertamente, a decidir nuestra pareja o ausencia de pareja, y a dejar a esa pareja por cualquier motivo, no solo por maltrato.
Soy consciente de que hay muchas realidades distintas, y no todas gozamos de los mismos privilegios y apoyos. Pero mi realidad es que me tocó nacer en un mundo donde el rol de las mujeres ya no está restringido a tener hijos. Existen oportunidades de estudio, trabajo y de pertenecer a diferentes grupos. Entre más mujeres ganan influencia en círculos diversos, más mujeres pueden encontrar entrada a estos ámbitos y tener mejores oportunidades de desarrollarse.
Entonces, si tenemos más opciones, más libertades, y hasta acceso a una mejor planeación familiar y decisión de quién es nuestra pareja y más… ¿Por qué es tan difícil decidir ser madre aún para las que lo desean de todo corazón?
Hablaré de las tres inseguridades que tuve que vencer para tomar la decisión yo:
- Miedo a arruinar mi vida: traumas inconscientes de la adolescencia
- Miedo a arruinar mi cuerpo: deja tú cambiar física y/o mentalmente para siempre, ¡el parto!
- Y el peor de todos… miedo a arruinar mi carrera: y perderme una vida personal plena
Miedo a “arruinar” mi vida
Es horrible que las clases de sexualidad que tuve en la escuela estaban enfocadas en: “Así funciona esto biológicamente y así es como puedes evitar enfermedades desagradables y embarazos no deseados”. Lo mismo en primaria, que en secundaria y en bachillerato.
Lo que recuerdo era incómodo, separaban al grupo en niños y niñas para las dudas, y me sentía con cero confianza de externar mis pensamientos. Mi maestra de primaria se burlaba de mi timidez frente a todo el salón! Mi percepción es que a las niñas nos hacían sentir sucias y vulnerables al hablar del tema: “¡Cuidado o te podrías arruinar la vida!”. Y por lo que recuerdo, para los niños era juego y bromas y risas. ¡Cómo me molestaba que hicieran chistes de eso! No creo que ninguno de los dos grupos haya aprendido algo relevante de esas clases.
Hablar de una vida sexual responsable era tabú y lo tuve que aprender a escondidas. No se hablaba de la parte natural y bonita de estos procesos, ni tampoco me inculcaron expectativas realistas de las partes incómodas. Como muchas cosas en la vida, son procesos con un ying y un yang, pero lo poco que escuchaba estaba más cargado hacia lo negativo. Por eso no me sorprende haber arrastrado los sentimientos de miedo e incomodidad al hablar o pensar del embarazo a mi vida adulta.
Esta parte era inconsciente, una incomodidad muda, como un fantasma que está ahí pero no lo puedes ver ni tocar. Es difícil lidiar con estas emociones, pero como me dijo una vez un terapeuta: lo inconsciente para resolverlo primero hay que hacerlo consciente. No me dijo cómo, pero con los años he entendido que poniendo atención a mis sentimientos, y los pensamientos que estos despiertan, puedo reflexionar sobre ellos y poco a poco sanarlos. La investigación que hice para la siguiente sección también fue clave en este proceso de sanación.
Miedo a arruinar mi cuerpo
Durante el embarazo: Pasar de un cuerpo de “mujer joven sin hijos” a un cuerpo de mamá. Las náuseas y vómitos, a veces incapacitantes. Las estrías. Una barrigota que pesa un mundo. La montaña rusa hormonal y emocional. Además de las dudas que evolucionan con cada etapa: ¿estará bien el bebé? ¿estaré comiendo bien? ¿Qué pasa si me enfermo y me siento mal pero no puedo tomar medicinas?¿Puedo seguir haciendo ejercicio? ¿o si lastimo al bebé? ¿Puedo viajar? ¿regresará algún día mi creatividad y mis ganas de trabajar? ¿qué hago cuando no tengo ganas de nada?
En preparación al nacimiento: ¿cuándo llegará el bebé? ¿cuánto tiempo queda antes de que cambie mi vida para siempre (otra vez)? El dolor y la intensidad del parto, o bien la cesárea. ¿cómo es? ¿cuánto tiempo dura? ¿Qué tanto duele? ¿y la epidural me funcionará?
Y después del parto: no saber si vas a regresar a tu peso. Las ojeras y la falta de sueño. La lactancia, y los consejos no solicitados que te da todo mundo.
Todo lo anterior lo resumo a un solo miedo: Miedo a que ya no me sintiera yo misma después de tantos cambios. ¿Y si me vuelvo una persona diferente? ¿Qué pasa si ya no me gusta cómo soy, cómo me veo, cómo pienso?
Si bien faltan semanas para que llegue la bebé a nuestras vidas, para mí llegó a mi cuerpo hace meses. Convivo con ella 24/7, y, desde que es grande y activa, la siento parte de mi vida con cada una de sus pataditas y movimientos. Desde el inicio escribía mi “diario de embarazada” para captar mis pensamientos, cambios y sentimientos. Más adelante quiero hacer un condensado de esas ideas, y publicar un artículo sobre esas vivencias, pero en resumen fue peor para mi el miedo al embarazo que el embarazo en sí. El día que me enteré que estaba embarazada me sentí en paz, lista para enfrentar lo que viniera.
Desde que tomamos la decisión y conforme avanzaba el embarazo fui investigando sobre mis inquietudes y dudas, buscando referencias médicas y científicas serias para tranquilizar uno a uno mis miedos. Me preparé física y mentalmente, buscando rutinas saludables para cuidar mi cuerpo, y reforzando mis rutinas de meditación y mindfulness, para cuidar mi mente. Conocí otras mujeres que han pasado recientemente por donde yo estoy, y encontré la confianza para preguntarles de sus vivencias y conocer más del tema. Tomamos cursos de preparación al parto. Leí un par de buenos libros que les recomendaré en otro escrito. Transformé mi vida, y los cambios que tanto temía se volvieron una realidad, y aprendí a amar y aceptar esos cambios en mí.
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Si le pudiera decir algo a la anaphant de hace un año le diría: “El miedo a ser diferente después del embarazo no debería ser miedo, es una realidad que aceptar. Serás una persona diferente: serás mamá. Tendrás varios superpoderes nuevos, muchos cambios físicos y en tus prioridades… pero tu esencia, esa permanecerá.”
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Nota: ahora que ya pasé también por el nacimiento, del cuál me gustaría hablar más a detalle en otros escritos, también siento que era peor el miedo al parto que el parto en sí. El secreto para mí fue: prepararme (investigar mucho y tomar los cursos de preparación al parto), y tener un gran círculo de apoyo: entender que no tienes que pasar por esto tu sola.
Miedo a arruinar mi carrera profesional
Las mujeres seguimos en desventaja en muchas áreas, pero es especialmente cierto en lo laboral cuando se trata de integrar la maternidad a la vida. Si bien hay una gran diferencia entre lo que reciben económicamente un hombre y una mujer en el mismo puesto, el 80% de esta diferencia se le llama la “penalización de la maternidad”. Nuestra vida profesional se ve retrasada y afectada por los cambios de vida que implica la maternidad para la vida de las mujeres. Aún con estos datos, he visto como es difícil para los hombres en mi vida entender las dificultades que pasamos para “encajar” y superarnos en esos círculos dominados por hombres. Súmale a eso el estado actual de la economía donde las familias necesitan mantener dos ingresos, y ahora imagina el reto de tener una vida laboral exitosa y sin sacrificar una maternidad dedicada y bonita.
¿Quién se apunta para un segundo trabajo de tiempo completo, sin horas fijas de descanso, ni vacaciones, ni paga, que aparte hará que tu otro trabajo se vuelva más difícil y menos remunerado?
Por eso muchas buscamos consolidar nuestra vida laboral antes de tener hijos. Pero seamos honestos, toma mucho tiempo armar esa vida que queremos: encontrar la pareja que comparta nuestros planes de vida, el trabajo que nos llena y nos apasiona, construir poco a poco el estilo de vida que queremos… Casi imposible lograr todo esto antes de los 30, porque hay presión porque se vuelve más difícil embarazarse, ¿no? incluso es riesgoso si te esperas demasiado.
¿Por qué atravesar toda esa incertidumbre cuando podríamos mejor enfocarnos en lo que muchos hombres siempre se han enfocado: una carrera laboral significativa, recompensante, donde crezcas continuamente y te sientas valiosa?
Sabía que muchas cosas cambiarían en mi durante el embarazo: mi productividad ha bajado, así como mi paciencia y mi sentido de compromiso hacia mis proyectos. Aunque normal, no puedo dejar de sentir algo de culpa por no hacer suficiente. Mi pareja me recuerda constantemente que sí estoy haciendo suficiente. Que los días que mi cuerpo y mi mente no tienen ganas de hacer NADA, también estoy haciendo suficiente: mi mente tiene otras prioridades, mi cuerpo necesita más descanso y alimento, mi ritmo requiere otras rutinas que son menos "productivas" en el sentido capitalista de la palabra. Lo que sí, es más “productiva” en el sentido biológico de la palabra.
Si fue difícil adaptarme a los cambios del embarazo, pero para esta etapa fue para la que más me preparé desde hace años: yo sabía que quería ser madre y que quería seguir desarrollándome profesionalmente. Me tomó mucho tiempo, y me tomó vencer muchos otros miedos e inseguridades que no son el objetivo de este escrito. Pero decidí hace tiempo salirme de la escalera corporativa y desarrollarme como freelance, para tener la flexibilidad de combinar los proyectos que me acomoden con cada etapa del desarrollo de mi familia.
Si bien, hay quienes aspiran a dedicarse exclusivamente a la crianza, y los que pueden, ¡qué hermoso privilegio! Creo que lo deben aprovechar sin culpas ni sentirse juzgadas. Ese es un camino de vida que yo no escogí. Yo escogí armar una vida que me permita trabajar y ser mamá dedicada.
Reflexión
Para mí ser madre fue una decisión en mi plan de vida. Era una aspiración, un sueño, un deseo consciente desde que era niña. Se convirtió en la fuente de inspiración y motivación para cumplir otros sueños: quiero un trabajo flexible donde me valoren y que me permita malabarear con la maternidad. Quiero vivir en una ciudad donde pueda llevar a mis niños a caminar por el parque sin miedo. Quiero estar saludable, para enseñarles a ser saludables y para poder estar ahí con ellos por mucho, mucho tiempo. Claro, también quiero todas esas cosas para mí, para disfrutarlas yo. Pero en gran parte lo hice por ellos, por esas personitas que aún no conocía y no sabía cuando llegarían a mi vida.
Una a una vencí mis dudas y mis miedos. Todavía lo mejor (y lo peor) está por venir. Ya estoy superando el embarazo, y queda poco más que superar el parto. Pero después, llegará la maternidad y la crianza, y eso ¡es otro rollo!
Hasta ahora puedo hablar solo del embarazo, de tomar la decisión de ser madre. Aún no puedo concluir si valió o no la pena. Pero hasta ahorita, puedo sentir esperanza, ilusión, puedo ver más allá de los síntomas incómodos, los miedos e inseguridades, y puedo de decir que: amo haberme atrevido a tomar esta decisión, me siento cada vez más lista para ser mamá, porque he leído, investigado y preparado mucho para este momento, porque fue una decisión consciente, y porque a pesar de los miedos, que se fueron yendo uno a uno, escogí el camino que creo que me hará más feliz a largo plazo en mi vida: formar una familia.
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Nota: ahora sí puedo decir que ha valido todo la pena. Muero por reflexionar y escribir sobre las primeras horas y semanas de mi maternidad.