Este es mi océano, te doy la bienvenida.
Siente tus manos, tus pies mientras los mueves, siente como el agua nunca se queda quieta, siempre está en constante movimiento, es el opuesto de la tierra en la que tienes la costumbre de estar.
Incluso si te quedas sin moverte, el agua te impulsará hacia algún lado, no es emocionante? Vamos a explorar un poco más. Si bajas hacia el fondo, tu visión va a disminuir, pero tus demás sentidos van a potenciarse, entenderás que los ojos son el sentido que más usas, pero que eso duerme los demás que tienes, y tu sentir.
Si bajas, comenzarás a sentir leves vibraciones en tu piel, que te mostrarán la cercanía de los seres que están a tu alrededor.
Si quieres dirigirte a algún lugar, aprenderás a oír a tu interior, que en realidad es una brújula que llevas en ti, y te mueve tus órganos cuando no vas en la dirección correcta.
Si observas a los demás seres, irás comprendiendo sutilmente como ellos se sienten, porque todos emanamos algo, en todo momento.
Pero cuidado, siempre necesitas tener un balance con la tierra, algo que sea firme y no cambie con la corriente, porque te encontrarás con el lado oscuro del agua, si te dejas llevar demasiado por ella, no tendrás estabilidad y cada movimiento de ella te llevará dónde se le plazca, volviendote alguien turbulento, que solo se deja manejar por las emociones.
Si quieres un equilibrio, dile a la tierra que te dé de su estabilidad, observa cómo es su calma, siente como ella está toda interconectada entre lo que habita en ella, absorve su sabiduría, en como renace cada día, porque te pregunto, las plantas realmente mueren? No lo creo.
Yo me dejé llevar por el agua, me llevó a rastras a dónde le placía, me hizo sentir tanto lo que los demás sentían y profundicé en las aguas de mi interior hasta encontrarme entre la turbulencia de mi ser, me atrapó. Conocí las profundidades, dónde no se vé nada, solo sientes, sientes en extremo todo dentro y fuera de ti, te pierdes.
Quién eres? Ya no recuerdas. Te sientes pequeña entre la inmensidad del océano, insignificante.
Así fue como me convertí en la reina de este lugar, entre el vacío del ser y la turbulencia que no te deja un segundo en paz, solo pude buscar en mi interior, llamar a gritos a esa luz que cada uno lleva en su interior, estamos hechos de tierra y polvo, de luz, agua, fuego, aire, y dentro de nosotros existe un equilibrio al que podemos llamar. Así fue que conecté con mi fuerza interior, y logré salir de allí, y el océano me recompensó.
Ser la hija de una sirena del océano y un místico del estanque implica toda la sensibilidad, la conexión con otros, ser una calma para todos menos para ti, te hace perderte a ti misma. Pasar tu vida entre las historias místicas, la búsqueda del más allá, los libros de la razón, la sabiduría, nadando entre el extremo de lo que no se ve y la razón, la mente y la intuición, la religión y la ciencia, lo santo y lo impuro, lo oculto y lo obvio.
Y solo te das cuenta que al final, lo que vemos hace parte de un todo que no alcanzamos a ver completamente, es un mundo dual, un mundo complejo, dónde cada cosa existe por una razón que no entendemos, pero está ahí para enseñarnos, porque solo vinimos a aprender, a crecer.
Y por eso, querido invitado, tendré el cuidado de enseñarte las maravillas de este lugar, los jardineros son sabios por lo que han vivido, así que no los subestimes. Pero te cuento un secreto? Todos somos jardineros, tenemos la responsabilidad de regar las plantas de nuestro interior. Y también todos tenemos la capacidad de regar las plantas de las personas que nos rodean, pero quizás no seas muy consciente de eso. Observa la próxima vez que hagas sonreír a alguien, o la próxima vez que lo que alguien te digan te cause impacto.
A veces somos jardineros, a veces somos flores, y eso está bien, en esta vida que es un jardín donde incluso los maestros aprenden todos los días.