El rol que ocuparemos -como seres humanos- ante el avance del tsunami tecnológico, particularmente de la IA (inteligencia artificial) es una cuestión que nos preocupa a algunos y se habla cada vez más.

Aunque no tanto aun, porque hay más hype por el último avance en agentes de IA o la última nueva tarea que se descubrió que la IA puede automatizar que no deja de aumentar nuestro asombro.

Estamos inmersos y arrastrados por una burbuja de ilusión y enamoramiento en esta narrativa que aún nos va a durar un tiempo más, hasta que comencemos a ver y testear las consecuencias de lo que implica este cambio en la realidad.

Es indudable que puede traer una enorme simplificación en las tareas cotidianas y todo el avance tecnológico que vemos es el umbral de un nuevo paradigma que se abrió con Blockchain y que nos permitirá continuar evolucionando hacia la era de la tecnología cuántica.

Pero pensemos y redefinamos una cuestión fundamental: no solo cual es el rol del ser humano en este planeta sino cuales serán nuestras habilidades esenciales.

¿Si el advenimiento de la automatización nos permitiera dejar de hacer tareas que odiábamos y nos abriera la posibilidad (o la responsabilidad) de concentrarnos en aquello que si nos da evolución y crecimiento?

Mejor aún, en aquellas habilidades en donde experimentamos el Flow de la vida o como cuando sentimos que estamos contribuyendo con algo más grande y verdadero. Y hasta disfrutamos el proceso y el momento de crear y hacer.

¿Qué es lo que nos hace creativos? ¿Qué pasa cuando no lo somos?

¿Porque esa parte nuestra que es original y esencial esta apagada o no tan accesible?

Tal vez nos sentimos así cuando:

- nos alienamos con tareas repetitivas y sin sentido

- nos obligamos a llevar adelante trabajos que no impactan en una evolución o desarrollo para nosotros

- cuando dejamos de lado el autoconocimiento, la exploración personal

- cuando relegamos nuestros sueños y expectativas de la vida

- cuando existen hechos traumáticos que nos quitan la conexión con nosotros mismos y nos sentimos deprimidos

Entonces comenzamos a pensar que nuestra vocación o sentido de vida pareciera ser confuso o que no existe.

No podemos ver claramente que es lo que solo nosotros somos capaces de aportar a este universo.

Y si para caminar en un mundo, que no perdona la autenticidad, quien se está expresando no es un adulto, sino un niño pequeño lleno de máscaras que cubren heridas deformantes para poder encajar.

Y es aquí el punto donde habrá una demanda, cada vez más urgente, de mirarnos a través de los ojos de ese niño pequeño que está dentro de nosotros esperando a ser escuchado y acompañado.

Tal vez, ese niño quedo preso de heridas y traumas del pasado, como sucede con la mayoría de nosotros, y no puede expresar su esencia y talento natural.

Lise Bourbeau en su libro “Las 5 heridas que nos impiden ser nosotros mismos” nos hace un relato muy accesible a cada herida que se va formando en la infancia y como nuestro cuerpo también toma forma con esta: “Cada mascara existe precisamente para indicarnos que nos impedimos ser nosotros mismos porque no nos amamos lo suficiente”.

HERIDAMASCARA
RechazoHuidizo
Abandono Dependiente
Humillación Masoquista (emocional /mental)
Traición Controlador
Injusticia Rígido

Allice Miller en “El drama del niño dotado” nos cuenta como el trauma permanece sin que nos demos cuenta y sale una y otra vez cada vez que queremos vincularnos en la intimidad con el otro.

Ya que, si de niños nunca fuimos “amados” por lo que realmente éramos, sino por logros, éxitos y buenas cualidades, o sea: “el yo falso” y sacrificamos nuestra infancia por ese amor. Descubriremos más tarde, la necesidad de vivir de acuerdo con “el verdadero yo”

Antonio Damasio, autor destacado en el campo de la neurociencia, en su libro “Descartes' Error, emotion, reason, and the human brain" (1994), ha constatado, a partir de numerosas observaciones y experimentos, que las personas que, debido a accidentes o intervenciones quirúrgicas (por ejemplo, extirpación de tumores cerebrales), han perdido el centro que regula las emociones en el cerebro, no sólo son incapaces de experimentar sentimientos, sino que al mismo tiempo pierden también la capacidad de tomar decisiones y organizar su vida.

“Por qué muchos niños que fueron víctimas de abusos y negligencias, niños que tuvieron que suprimir y reprimir sus verdaderos sentimientos, no pueden más tarde, siendo ya adultos, protegerse ni cuidar bien de sí mismos, y por qué muchos de ellos actúan de manera destructiva e irracional, aunque sean capaces de grandes logros en el ámbito intelectual”.

Para actuar racionalmente necesitarían tener acceso a sus verdaderos sentimientos, a su verdadero yo.

La prestigiosa psiquiatra Allice Miller reconoce que sería deseable como un primer paso para recuperar la identidad, que de niños aprendiéramos a tomar en serio, comprender y clasificar los sentimientos. Reconocer hasta qué punto se han negado las necesidades afectivas y los sentimientos más intensos: ira, angustia, miedo, dolor.

En palabras de Carl Young: “El niño interior es el símbolo de la parte de la personalidad humana que quiere desarrollarse y llegar a ser todo.”

En el libro “Recuperar el niño interior” expresa que unos de los rasgos fundamentales del arquetipo del niño es su proyección futura. El niño es futuro potencial.

Como un camino posible para poder desarrollar nuestra parte emocional, quisiera destacar el llamado a reconectar con ese niño maravilloso que está dentro nuestro.

Pero para eso es necesario desandar las 5 etapas que atravesamos para crear las máscaras, como cita Lise Bourbeau:

Etapa 1: Adquirir conciencia de la máscara que llevas

Etapa 2: Resistencia a aceptar nuestra responsabilidad y acusar a los demás

Etapa 3: Aceptar el hecho de haber sufrido y sentir compasión

Etapa 4: Volver a descubrirte y ser tú mismo, que no es más que la reconexión con nuestra esencia

Si miramos en el mundo la cantidad de personas que llegan a posiciones de poder cuyo entorno familiar fue minado de abusos, agresividad, maltratos físicos y verbales, abandono, humillaciones y tantas vejaciones…

¿Que pueden entregar a la evolución de la humanidad estas personas llenas de resentimiento, dolor, represión, odio, ira?

No nos olvidemos que no vemos el mundo como es sino como somos.

Cuantos niños con altas capacidades o altos niveles de sensibilidad tienen que adaptarse a un entorno que anula o mira con desprecio las habilidades blandas.

Contribuir a crear una educación que permita libertad de explorarse y de expresar esa originalidad …. eso que nos hace únicos, “raros”, valiosos y distintos.

Poder trabajar en entornos tecnológicos colaborativos requiere de humanos más integrados y sanos que puedan convivir con la pluralidad y la diversidad.

Estamos ante otro paradigma donde el propósito de la educación sea cultivar ese talento, esa diferencia que nos hace raros y especiales con humanidad y compasión.

Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de ser más pleno cada día y de asumir la responsabilidad de su propio autocuidado y gestión emocional. Dando lugar a nuestro arquetipo protector o padre interno, que podríamos explorar en la siguiente entrega.