Creo que todos deberían intentar llevar una temporada en el extranjero una vez en la vida. ¡Ojo! Estamos hablando de algo que hoy día podría considerarse un privilegio, porque hay que hacer una suma de esfuerzo e inversión monetaria y mental para llevar a cabo ese objetivo, no cualquiera puede lograrlo. Se entiende también a quien no quiera hacerlo, pero los beneficios de poder conocer otras culturas y valerte por tu propia voluntad fuera del nido, fuera del terruño que uno conoce, son algo que no tiene precio, y quien puede hacerlo, debería hacerlo. Yo lo hice un poco más tarde de lo que tenía planeado y de esa experiencia habían algunas cosas que llegué a entender para que me fuera mejor que mal.
Vivir en otro país es una experiencia que despierta una nueva persona en ti y te abre a nuevas perspectivas que no conocías, en especial a perspectivas que definen quien eres realmente. Cada persona es un mundo de experiencias por sí misma pero siempre hay situaciones en común con lo que un inmigrante se va a topar, que influirán en el carácter y mindset de quienes tomó esta decisión. Aquí explicaré lo que es común en el día a día de alguien que vive la vida del expatriado.
Los días pasan más rápido cuando se paga alquiler
La preocupación más inmediata que tiene alguien cuando se muda al extranjero es donde se va a vivir. Se trata de asumir un contrato escrito o verbal donde el inmigrante llega a establecerse en una casa o edificio como inquilino; puede ser solo por un cuarto, un edificio o incluso si se está viviendo en grupo, una completa casa, pero es de alguien más y hay que cumplirle mensualmente con un pago para seguir gozando con el derecho de estadía en ese lugar.
La realidad con esto es que adquieres una noción del tiempo que transcurre más deprisa que lo que solías vivir cuando estabas en tu país, en tu casa. Esto no es así en todos los casos, hay quienes logran invertir en propiedades y llegar con un techo asegurado, pero la mayoría de los inmigrantes que no son estudiantes o inversionistas tiene que volverse organizados, lograr un acuerdo con un propietario y prometer el dinero a la fecha puntual de pago. Para muchos inmigrantes latinoamericanos esta es la primera experiencia que involucra relacionarse muy estrechamente con la puntualidad, y eso es algo que les da la sensación de que los días se vuelven más cortos.
Hacer “lo que sea” no dura tanto tiempo
Estar en el extranjero implica con frecuencia aprender lo que no le diste tiempo para hacer en tu país. Es posible llegar y tomar el primero empleo que esté a la disposición. Tomarlo con ganas facilitará la adaptación al mismo, a las costumbres y los quehaceres en ese nuevo lugar. Sin embargo, esta situación puede llegar a ser muy exasperante porque en la mayoría de los empleos de baja calificación, el personal tiende a ser tratado como “desechable”. Una vez la temporada o el proyecto terminó, te despachan a casa con tu paga, y luego queda averiguar ¿qué sigue después? Porque el alquiler, la comida, los trámites, no se pagarán solos.
Igual pasa con las ventas ambulantes (si el país donde están lo permite), llega un momento en que te preguntas cuánto tiempo puedes seguir realizando esa actividad, ya que vender en la calle es una actividad que puede dar más beneficios que un trabajo normal en algunos casos (en especial en muchos países de Latinoamérica), pero con frecuencia es una manera de ganarse la vida un poco dura de llevar. Lo mejor es salir del país con un oficio aprendido que le expanda sus oportunidades laborales, pero para quien no haya aprendido aún un oficio especializado, es una oportunidad de buscar dominar un área laboral o especialización, de repente también para emprender. Nada activa el instinto de supervivencia como el vivir fuera de la zona de confort, y cuando se trata de vivir en un país diferente, se vuelve necesario adoptar un modo de vida orientado a la evolución personal. Muchos inmigrantes logran averiguar para qué es bueno realmente y se dedican a eso para ganar más dinero y ser un profesional destacado, o sacar un emprendimiento que pueda volverse su propio jefe.
Solo cuando estás realmente solo y lejos de tu entorno es cuando llegas a conocerte bien.
Los amigos se vuelven una segunda familia
Hay dos períodos que también definieron mi estancia en el extranjero: Cuando tenía vida social y cuando no la tenía. Recién llegado, tuve la oportunidad de ir conociendo más y más gente que andaba en la misma situación que yo. Vendíamos en la calle y nos arrastramos la mugre para poder subsistir. Se sorprenderían de lo mucho que se puede conectar con la gente en las peores circunstancias.
La vida en el extranjero suele ser muy solitaria. Peor todavía para quienes tienen que emigrar a lugares donde se da la barrera idiomática. La sensación de aislamiento puede quebrar a muchos quienes solían manejaban entornos dinámicos sociales en sus lugares de origen. Emigrar también es un ejercicio mental donde cada momento te preguntas como te las arreglaras solo. Pero cuando logras realizar amistades sinceras, confiables y sólidas, valoras cada instante que interactúas con esas personas. Incluso el más introvertido y antisocial puede volverse alguien muy abierto cuando conecta con otras personas en el extranjero.
Ser tu propio jefe se vuelve adictivo
Cuando haces tu vida en un nuevo país, tienes que demostrar en cualquier trabajo que tienes el doble de ganas de progresar que tus compañeros que sea ciudadanos. Esto lleva a tomar las labores que incluso los nativos del país a donde emigró evitan participar ya sea por baja paga o por lo muy esforzado o peligroso que pueda ser dicho trabajo. Las ganas de progresar son fuertes en un inmigrante honesto y las dificultades que pueda enfrentar en un lugar de trabajo ya sea agotamiento, bajos ingresos o discriminación pueden ser detonantes para adquirir aspiraciones al emprendimiento.
Yo llegué a ver mucha gente que emprendió habiendo pasado toda la vida que llevaba en su país como asalariado, y le agarró el gusto. Pero también está el caso de quienes trabajan como freelancers, que es algo en lo que incursionan muchos profesionales con conocimientos de alto grado. Todo esto se trata de desarrollar una vida laboral más liberadora y flexible en donde uno pueda encontrar el desarrollo financiero y personal.
Hay que entender que los intentos de emprender de manera física o digital suelen ser procesos de ensayo y error, por lo que el propósito de este artículo no es ofrecer una guía para realizar esto sino caer en cuenta que el inmigrante tiende a ser imaginativo en la búsqueda de una mejor calidad de vida, por lo que tiende a tomar decisiones más aventureras e incluso improvisadas para lograr el objetivo de valerse por sí mismo financieramente, y no todos los intentos tienen éxito.
Crecimiento espiritual
No en pocas ocasiones me encontré con inmigrantes que afirmaban que necesitaban darse una vuelta por una iglesia de vez en cuando; algunos lo hacían más de una vez a la semana o incluso cada vez que podían. El que emigra para vivir de manera honesta está dejando atrás a su familia, su legado y memorias. Eso hace que uno sienta la necesidad de sentirse más fuerte espiritualmente para poder sobrellevar la ausencia de todo lo que una vez lo definió como individuo.
No importa en la religión que creas, siempre necesitarás creer en algo. Estar en una tierra extraña lejos de tus seres queridos es una experiencia que te hace buscar paz interior para tolerar el nuevo día a día que vives en tu nuevo hogar. Se debe en gran parte a que no siempre tienes la certeza de saber cuando volverás a ver a tu familia o de que volverás a tener una posición laboral privilegiada como la que tenías en tu país de origen. Las ausencias y carencias conllevan a una necesidad de sentirte más pleno por medio de una conexión espiritual.
Los sueños nacen desde un anhelo interior que motiva a las personas a enfrentar lo desconocido, por eso es que las migraciones han definido el destino de la humanidad por miles de años. Mudarse a otro país conlleva a continuar esos sueños o reescribirlos, y para eso hay que tener disciplina, valor y un gran espíritu para salir adelante. Nunca se sabe las condiciones por las que uno tendrá que tomar esa decisión pero cuando sucede, no hay vuelta atrás. El destino espera, y solo tienes que andar sin mirar atrás.