Desde tiempos remotos la naturaleza ha sido una fuente inagotable de inspiración para artistas de todas las disciplinas. Tanto pintores, fotógrafos, escultores y poetas han encontrado en los paisajes naturales, los ciclos de las estaciones y en la variedad de la flora y la fauna un motivo constante para sus creaciones. Este profundo vínculo entre el arte y la naturaleza es una conexión que ha existido siempre y cada elemento del mundo natural es un regalo lleno de autentica belleza en su estado mas puro.

La naturaleza a diario nos ofrece un espectáculo diario de colores, formas y texturas diferentes. Precisamente esa belleza es la que ha atraído a tantos artistas a lo largo del tiempo. Un árbol solitario, el juego de luces y sombras de un atardecer, o la inmensidad del océano. Cada pequeño detalle tiene el poder de despertar emociones y sensibilidades.

Para mi, de todo este conjunto las flores ocupan un lugar especial. Su fragilidad las convierte en el símbolo que caracteriza la delicadeza y lo efimero de la vida. Encuentro que fotografiar flores en su entorno natural me relaja y entretiene mi mente alejandola de las preocupaciones del dia ya que me obliga a estar atenta a cada detalle, ya que cada flor con sus color y forma es única.

Tomar fotos de la naturaleza nos recuerda lo afortunados que somos al poder disfrutar del paisaje que nos rodean. Cada obra, ya sea una pintura o una fotografía, es una invitación a detenernos y apreciar la bello que a menudo damos por sentado. La naturaleza siempre nos regala un espectáculo inigualable que muchas veces no sabemos apreciar y que cualquiera tiene la oportunidad de disfrutar, simplemente abriendo los ojos y el corazón.

La naturaleza nos invita a descubrir la belleza en lo sencillo de lo que nos rodea a diario, y mediante las flores nos enseña que lo más hermoso puede encontrarse en los detalles más pequeños.