Una breve reflexión sobre la educación y el poder transformador de la lectura
En mi mente, por diversas situaciones me surge esta interrogante cada cierto tiempo.
Cualquier persona con sentido común diría que la respuesta a esa pregunta es lógicamente “no”, y estaremos de acuerdo, sin embargo, considero que es una interrogante que es digna de analizar y puede dar lugar a una discusión muy diversa sobre la lectura, la educación, el apoyo al arte y a la difusión de la cultura en mi país de nacimiento.
Fomentar la lectura en niños y niñas es fundamental ya que va mas allá del aprendizaje básico de la lectura y escritura, ya que entre los beneficios encontraremos el desarrollo cognitivo de la memoria, la concentración y el razonamiento lógico, la estimulación de la imaginación y la creatividad, y la adquisición de nuevo vocabulario que les permitirá comunicarse de manera mas efectiva.
Para abordar este tema empezaré relatando un poco de mis vivencias en cuanto a la lectura por placer, ya que es necesaria hacer la diferencia: no es lo mismo que en la escuela nos pusieran a leer un cuento o un libro de matemáticas o ciencias, a que nosotros por iniciativa parcialmente propia (porque también es influenciada por el entorno que nos rodea, cabe mencionar) dispongamos de nuestro tiempo para leer un título que nos llame la atención o decidamos profundizar nuestros conocimientos en alguna disciplina mediante la lectura y estudio de libros referentes o artículos científicos, revistas, publicaciones, etc.
Entonces, hecha esta diferencia, puedo relatar que a la tierna edad de 10 u 11 años me volví un lector asiduo, que aprovechaba a pedir en préstamo diversos títulos que me ofrecía la biblioteca de mi escuela, encontraba tranquilidad y satisfacía mi curiosidad al leer libros cortos. A esto le añado que aproximadamente a esa edad, una de mis tías, maestra de literatura en una escuela, frecuentemente me regalaba libros que sus estudiantes dejaban olvidados (también me regaló “El Principito” para una Navidad); y observaba a mi abuelo, a quién siempre he sido muy cercano, que siempre leía un libro por las tardes en su sillón o el patio. En resumen, desde temprana edad desarrollé este hábito de la lectura, por esta combinación de factores.
Se puede reflexionar, entonces, que un niño en un entorno familiar que incentive la lectura, en la mayoría de los casos, también desarrollará este hábito, que tanto bien hace. Claramente, otro factor a considerar es la educación, necesidad que lastimosamente es muy desatendida en mi país, y donde en muchos casos se acostumbra (al menos en educación primaria pública y al menos en los años que yo la cursé) a priorizar la memorización por encima del análisis crítico, es importante también mencionar que en el momento que escribo estas líneas todavía hay un sector importante de la población que no tiene acceso a la educación básica (Para 2023 según el Instituto Nacional de Estadística, al menos un 13.7% de la población mayor de 15 años no sabe leer ni escribir, y esta tasa es mayor en áreas rurales del país).
Enfocándonos en la lectura, es evidente que, en Honduras, la falta de lectura es preocupante, según la Encuesta Latinoamericana de Hábitos y Prácticas Culturales, en Honduras, el 57.1% de la población “nunca o casi nunca lee”, por “motivos profesionales o de estudios”, y un 69.6% de las personas encuestadas reveló no haber leído un libro en el año. Estos números desalentadores son resultado de factores como: falta de acceso a libros, la poca promoción de la lectura en el ámbito familiar y escolar y la falta de infraestructuras adecuadas como bibliotecas.
Es interesante que la población encuestada aduzca a motivos “de estudios” o “de trabajo” como razón para no leer, ya que en experiencia propia esto me pasó, ya que si bien durante mi adolescencia seguí desarrollando este hábito y me adentré en sagas “Young adult” como “Harry Potter” y “The Hunger Games” y clásicos como “La Divina Comedia” y “La Ilíada”, al momento de entrar a la universidad, este hábito se vió en declive, debido a la demandante cantidad de tiempo que dedicaba a mis clase de ingeniería. Durante este periodo de mi vida aprovechaba a leer en ratos libres o solamente en vacaciones, las cuales, eran pocas, a veces empezaba libros, pero no los terminaba, y dejaba de seguir el hilo de la trama, no fue hasta terminando la universidad que retomé en serio, como hábito diario la lectura de uno o varios libros.
Ahora llegaremos a preguntarnos ¿qué hace el gobierno u otros actores importantes para promover la lectura en la sociedad hondureña? Para comenzar, se tiene como antecedente en el país el plan “Tiempo de Leer: Plan de Formación en Promoción de Lectura en Honduras”, lanzado en 2013, cuyo objetivo era “fortalecer el servicio de promoción en lectura en las bibliotecas públicas con el fin de fomentar hábitos de lectura en la población hondureña”, luego en 2018 la Secretaría de Educación lanzó con apoyo de USAID el programa “Leer ¡Nos cambia la vida!”, con el objetivo de sensibilizar a la ciudadanía sobre la importancia de tener una participación activa en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lectura, como parte fundamental del mejoramiento de las condiciones de vida de los niños y niñas de Honduras. También existen iniciativas similares por parte de organizaciones sin fines de lucro.
Por último, expondré algunas opiniones sobre el porqué de esta falta de lectura en mi país. En primer lugar es evidente que en el mundo globalizado que vivimos, nos hemos acostumbrado a tener acceso a una gran cantidad de información de manera instantánea gracias a las redes sociales, y esto ha impactado en la manera de cómo nos informamos, consumimos contenido, estudiamos, aprendemos y leemos: ahora, por nuestro estilo de vida acelerado preferimos tener “todo ya”, y la gratificación es instantánea, preferimos consumir contenido a través de medios audiovisuales sobre escritos (un reel en Instagram o un TikTok tendrá más impacto y alcance que un post en un blog). Esta transformación también impactó sin duda en nuestra capacidad de atención y concentración, disminuyéndola, como resultado de estar consumiendo contenido en cápsulas de 2 minutos o menos, este impacto, se verá cada vez más en los niños y adolescentes de ahora y de futuros años.
En segundo lugar, la identidad cultural, o la falta de ésta juega un papel muy importante en el porqué los hondureños tendemos a leer menos. En un par de ocasiones ha salido como tema de discusión con un amigo la pregunta: “¿Qué identidad cultural tenemos realmente en Honduras?” (Tema complejo que dejaré para otra ocasión), e independientemente del debate que esto pueda generar, nosotros nos vemos influenciados por el “soft power” de la cultura anglosajona, en detrimento de nuestra propia cultura. Un ejercicio muy interesante sería salir a la calle a preguntar a mis compatriotas cuál es su autor favorito, y aunque no lo he hecho, me atrevo a decir que la gran mayoría mencionaría un autor extranjero. Esto no es necesariamente malo, pero revela las carencias que tenemos culturalmente. También es un hecho que la mayoría de los lectores en Honduras consumen mas literatura extranjera que nacional, y Honduras es el país en Centroamérica con menos exportación literaria en los últimos años. Esto nos lleva a preguntarme el estado de mi cultura nacional, y los esfuerzos que se hacen desde distintos actores de la sociedad para promover la genuina cultura nacional que existe, Rusia tiene a Dostoyevski, a Tolstoi; Gran Bretaña a Shakespeare, Dickens; Alemania a Goethe; Colombia a García Márquez, Argentina a Borges, y todos los mencionados son motivo de orgullo nacional en sus naciones, entonces como hondureño ¿Por qué no enorgullecerse por las letras de Froylán Turcios, Juan Ramón Molina, Lucila Gamero de Medina, Clementina Suárez, entre otros? ¿Por qué no tomarnos un tiempo de nuestro día para buscar paz y tranquilidad en un libro que disfrutemos, por qué no hacer ese pequeño acto de rebeldía diaria de cambiar la dopamina instantánea de las redes y dejar el ajetreo del día a día por las páginas de un libro que disfrutemos?
Son preguntas que todo lector de estas líneas podrá considerar y en las cuales invito a reflexionar, tanto a mis compatriotas como a extranjeros.