Mirar con otros ojos lo mismo puede ser difícil, pero a veces es una capacidad que necesitamos adquirir para seguir adelante y no morir de aburrimiento, aún más en un país que parece detenido en el tiempo, lleno de trabas y cosas que nadie entiende.
Antes miraba mi ciudad y la encontraba bonita, pequeña y acogedora, hoy es el asilo de unos pocos locos y otros tanto a punto de escapar, o de explotar, quien sabe. Todos buscan salida, la basura se desborda en las calles y solo se habla de un tema, mientras las horas siguen pasando y yo siento que se me escapa algo.
No estoy triste ni mucho menos, solo observo, no puedo taparme los ojos, y aunque sé que el aleteo de una mariposa puede provocar una tormenta al otro lado del mundo, desde esta orilla, el cambio parece haberse perdido en el mismo ojo del huracán.
Mi espacio seguro, así como de recarga de energías son la naturaleza, los atardeceres, mis plantas que de vez en cuando me regalan una flor, y las lindas personas que caminan este sendero conmigo, y por supuesto tú que me lees.
¿Por qué te cuento todo esto? Pues porque una vez me preguntaron cómo hacía para seguir creando, y si no tenía bloqueos creativos, y claro que los tengo, sin embargo, gracias a la creación puedo transformarlos en algo más.
No se trata de evitar un bajón, sino de vivirlo al cien por ciento y dejar que pase. Me gusta que se note que los que estamos del otro lado de la pantalla también somos seres errantes y llenos de inseguridades. Esa es mi forma de darle la vuelta a los problemas, a la vida, y a mi misma.