Un día de mi adolescencia me paré y le dije a mis padres:

No quiero ver más televisión con ustedes. Es siempre lo mismo.

Y sigo teniendo la misma opinión. La tv, las películas, han perdido su toque. O quizás hablo solo por lo que se consume masivamente.

Los programas para niños ya no enseñan, ya no despiertan curiosidad, y para completar están sobresaturados de colores.

Las películas son la misma historia, un hombre blanco que es un super héroe, enfrenta un mal en una visión donde hay solo dos puntos de vista opuestos, y se da un extraño morbo en destruir todo además de escenas largas de peleas innecesarias. O sino es un villano donde se romantizan problemas mentales, el vivir lleno de rencor, y vivir en desenfreno sin capacidad de evitar excesos.

No me malentiendan, he sido amante de los superhéroes de marvel y de star wars desde corta edad, pero el problema fue ser fan de: los cómics. Y lo mismo con películas basadas en algo, libros, videojuegos… así me fui desencantando de la tv. Siempre en mi cabeza han sido mejor los libros y los cómics.

O quizá mi problema fue estar en la época donde los programas para niños hablaban de ciencia, o se basaban en cuentos, leyendas o historias populares, y los que entretenían, no sé, no te dejaban la mente en blanco, te hacían pensar.

Sea como sea, así fue como llegué a valorar más el cine alternativo, los creadores que quizás no son muy conocidos pero crean contenido de valor. Así conocí esa palabra, contenido que realmente aporta algo, que es lo que ansío con ganas y temo que masivamente se pierda con personas queriendo únicamente que se hable de temas superficiales.

Así producciones masivas como la versión de spiderman Miles Morales o la serie de arcane que llamaron mi atención y han logrado gran éxito y premios, demuestran cómo, si se hace algo de calidad en todos los aspectos de producción, se hace contenido de calidad y la fama llegará sola.