Desde pequeña, mi mente siempre ha asociado la creatividad con los colores: la primera palabra me conduce de forma acelerada hacia la segunda. Es una reacción instantánea, o si pudiera otorgarle una unidad de medida, pues estoy convencida que la haría proporcional a la velocidad de la luz.

Anteriormente, no me había atrevido a cuestionarme esta creencia mental, o al menos, a tratar de entender cuál fue su origen en mí. Conozco que de niños somos extremadamente creativos, sin ser capaces de imaginar cuánta magia y energía vital le regalamos al mundo a cada segundo. Pero también sé que determinadas vivencias- en ocasiones sin importar qué tan fuera de lo común resulten- nos dejan marcas que ni siquiera el paso del tiempo logra anular.

Pero desde que di el primer paso en el camino de la creación de contenido- que me atrevo a asegurar que es el más difícil- tuve dudas sobre mi capacidad creativa y su límite, tratando de imaginar durante cuánto tiempo mi mente sería capaz de bailar al mismo ritmo agitado que impone la novedad.

Observaba atónita a muchos otros creadores, con años de actividad constante, y me sorprendía ver con qué frecuencia podían publicar contenido de calidad. En aquel momento, hice un alto para buscar información sobre el tema, pues aunque no le decía a nadie, me atemorizaba la posibilidad de que llegara el día de no tener nada para decir.

Imagen creada por IA

Entonces supe que el color amarillo estimula la creatividad por estar asociado con la innovación, el verde es ideal para espacios creativos (llegué a valorar la opción de pintar mi habitación en algunas de sus tonalidades) y el morado hace un llamado a la originalidad.

Me sentí aliviada cuando escuché la frase, que ya se ha vuelto popular, que refiere que la creatividad es como un músculo: mientras más se ejercita, más se desarrolla. Así que me propuse convertir mi teléfono en un segundo gimnasio; y las letras, las fotos y videos en mis aparatos mecánicos y mancuernas.

Ahora veo la creación como un regalo, como una forma de mostrarle al mundo mi mejor versión a la hora de verlo e interpretarlo. La concibo como algo que juega con lo infinito, con lo cósmico, con lo planetario. Lo más interesante: ya siento el impulso creativo ante cualquier color, y cualquiera de ellos me puede servir de lienzo en blanco. Ahora cada día me regala el pincel, yo lo tomo en mi mano y simplemente: sigo creando 🎨.