La palabra es un virus que se aloja en nuestra garganta, se adhiere a nuestras cuerdas vocales y nunca desaparece. Está condenada a repetirse, a cantarse, a manifestarse, buscando un nuevo dueño en quien perpetuar su ciclo, una y otra vez, sin aparente motivo...

Hablar, entonces, se convierte en un acto de contagio. Contagio de ideas, de emociones, de sueños, de pasiones. Un contagio político, un contagio de amor, de movimientos, de cambio.

Y tú, ¿cómo estás contagiando hoy?