Te recuerdo con tu larga saya de la que siempre me agarraba,
Te recuerdo con tu gran mota de pelo y el mechón de canas,
Ese que con tinte negro siempre tapabas.
Te recuerdo por el humo que en ocasiones nublaba mi vista y provocaba mi tos
Tus dos uñas esmaltadas de aquel amarillo quemado
Tu olor tan característico a hojas trituradas de tabaco
Y tus labios que aún después de tantos años no cambiaron tanto su color.
También te recuerdo en las mañanas con la tacita en tus manos
El olor a café recién colado impregnado en las paredes del cuarto
Tu mirada de: no me molesten hasta completar mi ritual
Y tu frase característica: estoy cogiendo fuerzas para poder continuar...
Te recuerdo ahí, en la casa de donde no te querías ir
En el patio tostando tu café y tu maní
En los pequeños detalles que te hacían feliz
No necesitabas mucho para vivir, aunque especulabas de lo que tus hijos, sobrinos y nietos lograban conseguir.
Recuerdo incluso tu habilidad para almacenar todos los números del pueblo en tu memoria
Tu risa alcohólica sin haber bebido nada
Y como te alegrabas cuando unas Malthicas se te compraban
Te recuerdo así mi abu del alma
Defendiéndonos a capa y espada con esas leyes de abogada que te caracterizaba
Toda la fortaleza y delicadeza que de tan delgado cuerpo emanaba
Y es que tu nunca te quejabas de nada
Noche y día por todos rezabas
Con esa dualidad de creencias que en ti habitaba
Te recuerdo allí Abu, con tu larga saya
A veces roja a veces blanca
De la que tres de tus nietos en sus primeros años de vida se agarraban...