Apoyo la copa en la mesa y se derrama un poco de vino. De fondo se escuchan las carcajadas, voces y choques de copas de toda la gente que hoy está en el bar. Él se levanta para ir al baño, pasa por mi lado y me besa la cabeza, yo cierro los ojos y sonrío, no hace mucho que salimos pero me gusta y estoy contenta. Me quedo mirando un grupo de amigos que hablan eufóricos y se ríen, como si festejaran un acontecimiento importante, y pienso que extraño a los míos, hace mucho no nos vemos. Se escucha la campanilla de la puerta que se abre, giro la cabeza y lo veo. Despeinado, casi parece a propósito, estilo rockero con su campera de cuero y con un perfume que me hace entreabrir los labios y cerrar los ojos para inspirarlo por completo. Pasa por al lado mío sonriendo con una chica agarrada a su mano, que también sonríe. Después se da vuelta y me mira mientras se muerde el labio de abajo casi imperceptiblemente. Sus pasos hacen eco en mi mente y me quedo como hipnotizada, todo a mi alrededor se vuelve silencio, algo en mi interior se activa pero no me doy cuenta qué es. De golpe, siento una mano en mi hombro que me saca de mi burbuja, por un segundo creí que podía ser el chico rockero pero no, alzo la mirada y es él que me sonríe y se sienta enfrente mío, se deja caer contra el respaldo de la silla y bebe un trago largo de su cerveza, como si la vida dependiera de eso. Me lo quedo mirando, le rozo el torso de la mano con mi dedos, se siente suave, me levanto, me acerco a él y le doy un beso lento en los labios, su lengua se asoma tímida y en un segundo siento un calor que comienza desde la parte baja de la panza y sube, le paso la lengua por el labio de arriba, abro los ojos, le sonrío y me voy al baño. Me siento mojada y acalorada, debe ser un poco el vino y un poco ese beso. Voy caminando despacio entre las mesas, me acaricio los labios todavía húmedos por la saliva de él y cuando llego a los baños, levanto la mirada y ahí está, el chico rockero. Me paro en seco y me quedo mirándolo, se está acomodando el pelo hasta que se da cuenta de que estoy ahí, me mira y sonríe de lado. Me pregunta si está todo bien y yo me doy cuenta de que me pongo colorada, miro para abajo y me río como una tonta. Le digo que sí y avanzo para entrar a uno de los baños pero sin querer nos chocamos, levanto la vista y estamos tan cerca que siento su aliento tibio en mis labios húmedos, se me eriza toda la piel y el corazón se me acelera: ¿qué me está pasando? Nos miramos un rato a los ojos, la boca, siento algo extraño, ese calor que antes había sentido ahora parece estar a punto de explotar. Sin pensarlo, me empuja hacia adentro de uno de los cubículos y cierra la puerta, yo sigo sin poder emitir ningún sonido, solo lo miro. Pega todo su cuerpo al mío y me apoya contra la pared helada que hace que la piel me duela al erizarse. No entiendo nada, parece surreal todo lo que está pasando y, sin darme tiempo, me agarra la cara con sus dos manos enormes y me come la boca, me la devora con sus labios carnosos que saben a cerveza y lujuria. Yo sigo sin reaccionar hasta que, sin proponérmelo, me dejo llevar, lo agarro de la cintura y lo aprieto más a mí. Le muerdo la boca, le chupo los dientes y las encías, él me recorre entera con sus manos y atrapa mi lengua para succionarla y volver a morderme la boca. Estamos en una carrera contra el reloj pero eso ahora no nos importa, nos olvidamos del tiempo, del lugar y de todos. En un movimiento rápido, se sienta en el inodoro y me pone a horcajadas, yo estoy en pollera así que se me hace más fácil abrirme para él. Seguimos devorándonos, tocando cada parte de nuestro cuerpo, nuestras respiraciones están a mil. Comienzo a moverme encima suyo, lo siento, justo ahí donde mi cuerpo me pide calmar ese fuego. Me agarra del culo y me aprieta con fuerza sobre él, yo tiro la cabeza hacia atrás y lanzo un gemido contenido, estoy desesperada por arrancarle la ropa y tenerlo adentro mío. Empezamos a quitarnos la ropa cuando unos golpes en la puerta nos traen abruptamente a la realidad, se me frena el corazón y se me seca la boca. Salgo rápido de arriba suyo, me pongo la remera como puedo y le hago un gesto de que no hable mientras los dos tratamos de recuperar el aliento. Luego de unos segundos que parecieron eternos digo: “¡Ocupado!” Lo miro, no entiendo nada de lo que acaba de pasar, lo más sorprendente es que no siento culpa, al contrario, solo quiero terminar lo que acaba de empezar, pero no es el momento, nos están esperando y ya pasó mucho tiempo. Le sonrío de lado y le pido casi en un murmullo inaudible su celular, me lo da y anoto mi número. Le doy un beso en la comisura de los labios y lo dejo sentado en el inodoro con todo mi labial desparramado por su cara. Saco la traba, salgo del cubículo y, por suerte, no hay nadie. Me miro en elespejo y se me nota en la cara todo lo que acaba de pasar. Me peino, me saco el rímel movido y me pinto de nuevo los labios. Voy entre las mesas buscando con la mirada a mi chico y lo encuentro, está jugando con el celular, su cabeza apoyada en una mano, como si de eso dependiera que no se le fuera a caer. Le acaricio el pelo y pega un saltito y me dice: “Ya me estaba preocupando, ¿por qué tardaste tanto?” A lo que le respondo “Había demasiada fila, ya sabes cómo son los baños de mujeres.” Después me tomo lo que quedaba en mi copa y le digo de irnos a casa, pagamos y le agarro la mano para salir. Él abre la puerta, que vuelve a tintinear, y yo giro la cabeza y lo veo, mirándome fijo desde la otra punta del bar y con una sonrisa provocativa. En nuestras miradas se puede ver la calentura y ambos sabemos que eso no terminó ahí. Yo vuelvo a bajar la mirada, salgo del bar y la puerta se cierra volviendo a hacer sonar sus campanillas y pienso “no, esto no se terminó”.