Ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que he tenido esta conversción, de cuantas veces hemos tenido esta conversación; Tú, mi amada que me hace la misma pregunta por primera vez, yo, quien veo en tus palabras todos los rostros que tuviste antes.
Traes tus preguntas con la más nefelibata inocencia, y no se si fue tu intención traer de vuelta esas voces que ya me lo habían preguntado, pero asi fue.
¿Nos imaginas en el futuro?
¿cómo serían nuestros hijos?
¿para siempre?
Ignoro la estocada para sonreir y responderte con la misma emoción, pensando que esta vez será distinto, que tal vez, mi amada, esta vez si será para siempre.
Todas esas líneas temporales se convirtieron en pasado, en filosos recuerdos, en leña para mis inseguridades, todos amontonados en una gigantezca roca que debo empujar en esta Sisifilezca conversación una y otra vez.
No te confundas, mi amada, no estoy añorando algo que ya no tengo, tampoco estoy deseando que tus ojos sean otros, claro que quiero recorrer París de la mano y retratarte frente a Louvre, es solo es un incómodo deja-vu que me recuerda con malicia que tal vez yo soy la gigantezca roca.