No hay mal que por bien no venga
A mediados del 2007 un muchacho de nacionalidad rusa, pero radicado en Canadá, se compenetró en gran manera con un videojuego de aventura/estrategia llamado World of Warcraft. El tiempo y dedicación que puso en aquella actividad hizo que pronto se convirtiera en un experto. Sin embargo, en 2010 los desarrolladores del juego realizaron algunas modificaciones drásticas en su personaje favorito, lo cual cambiaba el concepto de jugabilidad que tanto le gustaba y en el que había empeñado tanto tiempo perfeccionándose. Esto, aunque parece algo menor y de poca importancia, fue un evento crucial para el jovencito, que se vio muy afectado y decepcionado, sin poder asimilar el hecho de que un ente superior pudiera modificar su juego de esa forma sin que él no pudiera hacer nada para evitarlo.
El nombre de este muchacho es Vitalik Buterin, creador de Ethereum, la red blockchain programable más grande y poderosa del mundo. En diversas entrevistas y posteos, Vitalik ha contado cómo este evento de su vida adolescente fue fundamental para desarrollar rechazo hacia toda forma de centralización. En otras palabras, quizás Ethereum nunca hubiera sido concebida sin ese evento que resultó tan catastrófico para él.
En mayor o menor medida todos podemos aplicar esta premisa; tomar eventos negativos y desafortunados para potenciar ideas, habilidades o simplemente para fortalecernos anímicamente
SARS-CoV-2 como trampolín tecnológico
No es necesario enumerar todos los aspectos negativos que trajo consigo la pandemia a nivel mundial en el año 2020, ya todos lo sabemos, la muerte y devastación hicieron de las suyas. Sin embargo podemos rescatar algunos aspectos positivos, para la finalidad que perseguimos en estos párrafos: hallar la ruta de la libertad financiera. Definitivamente las herramientas financieras, así como la mayoría de las áreas, dependen hoy en día del desarrollo de herramientas digitales y tecnológicas, software especializado. No solo nos referimos a aplicaciones financieras, sino también a comunicación, gestión de datos, organización, trabajo colaborativo, inteligencia artificial, etc, etc.
La población en general, previo al covid19 era muy reacia a utilizar muchas de las herramientas digitales que hoy son parte del día a día. La adopción a partir de este desafortunado suceso no era opcional, cada ciudadano debía aprender a lidiar con estas herramientas de una u otra forma si no quería quedar aislado del resto de la población. La digitalización se aceleró de una forma impensada meses atrás, poniendo sobre la mesa la importancia de la alfabetización digital para interactuar con el mundo. Sé muy bien que muchos quedaron en el camino, justamente por no contar con lo básico en cuanto a equipamiento, pero también es cierto que algunos buscaron por todos los medios desarrollarse con lo poco que tenían según sus circunstancias.
Oro Invisible
Mi caso tuvo algunos puntos a favor, si bien no contaba con todos los medios tecnológicos, tenía algo muy preciado por aquellos días: tiempo. Reconozco que si hubiera tenido que pensar en formas de transformar mi negocio o rebuscarme de alguna forma, las cosas serían muy diferentes, pero lo cierto es que tenía la posibilidad de trabajar desde mi casa y seguir recibiendo los pocos ingresos fijos de costumbre, aunque con mucho más y valioso tiempo. Tiempo es igual a oportunidad, oportunidad de aprender, capacitarse, descubrir, indagar… todas esas cosas que uno anhela, pero rara vez logra ubicar en su acotada agenda.
Si tuviera que describir a mis herramientas de trabajo como vehículos y equipamiento para una carrera, diría que contaba con una bicicleta de los 90, una botella de agua agujereada y calzado gastado e incómodo. Pero es bueno recordar la fábula de la liebre y la tortuga, quizás no llegaría primero ni segundo, pero llegaría de todos modos. Por supuesto, lo ideal es tener lo óptimo para trabajar mejor, pero en esto no hay lugar excusas.
Corazones Generosos
Tenía el tiempo, tenía las ganas, digamos que tenía los medios… pero faltaba algo muy importante: una fuente. Por aquellos días descubrí algo fascinante, que podría atreverme a decir que solo sucede en web3. Las comunidades en grupos de chat se hicieron muy populares, comunidades que estaban organizadas sin ningún fin de lucro, sin ningún interés extra más allá de ofrecer apoyo y soporte a los nuevos usuarios. Era gente que respondía todas tus dudas y te guiaba paso a paso, armaban tutoriales, videollamadas con preguntas y respuestas… ¡todo a cambio de nada! El increíble corazón generoso del inversor DeFi era algo excepcional.
En estas comunidades comencé a dar mis primeros pasos en finanzas descentralizadas, aunque con mucha timidez al principio, también con mucho temor, ¿recuerdan eso del equilibrio entre miedo y temeridad? Bueno, aún seguía tomando todo lo nuevo con mucha precaución, por otro lado, en aquellos momentos era muy caro interactuar con Ethereum, hasta ese momento la única red descentralizada en la que se podía hacer finanzas descentralizadas. Hasta aquel momento, había pasado mucho tiempo aprendiendo sobre finanzas y bolsa tradicional, análisis técnico y fundamental, pero DeFi era un lujo que no podía permitirme y, hasta el momento, no cobraba mucho sentido.
Embarrando la cancha
Sin embargo, las limitaciones propias del mercado local, cada vez me impulsaban más a explorar otras opciones, sumado a las constantes regulaciones del gobierno de turno, que siempre salía con alguna nueva limitación. Cuando era niño jugábamos al fútbol en una placita pequeña, no tenía arcos, pero los formábamos con piedras y algún árbol que estaba por allí. El terreno era irregular, con piedras y el espacio limitado, lo que aquí llamamos “potreros”. Hasta que llegó un tiempo en el que cada día sumaban algún obstáculo a la plaza: un farol en medio de la misma, una fuente, palmeras, carteles, etc, etc. Si eso antes no era apto para practicar ese deporte, ahora era aún peor. Así me sentía en el mercado local.
Sin embargo, no todo era color de rosas en otras canchas, las había muy buenas, con gran césped, arcos, marcas de cal y toda la cosa, pero había que pagar entrada, una muy cara entrada. Por aquellos tiempos pretendía refugiarme en algún activo que representara al oro, se decía que el metal precioso no podía faltar en un portfolio moderado. Una de las alternativas que se presentaban como más innovadoras y con buen volumen era PAXOS GOLD, una stablecoin que seguía el precio del oro 1 a 1. Sonaba todo muy bonito, pero realizar un swap en cualquier dex costaba aproximadamente 10 dólares de gas. En aquel tiempo ni entendía lo que era el gas, pero sabía que gastar 10 usd para intercambiar 50 de valor, no era un buen negocio. En estos grupos del bien decían que una wallet llamada Argent permitía hacer algunas transacciones de forma gratuita, sin pagar ese bendito gas. Pero una vez más la tecnología me dio la espalda, ya que mi celular era demasiado antiguo y no soportaba esta aplicación: descalificado por falta de status.
DeFi Summer
Afortunadamente las soluciones no demoraron en llegar, se trataba de una nueva blockchain, una que pertenecía en cierta forma a Binance, el exchange más grande a nivel mundial. En los grupos decían que no era demasiado descentralizado, pero eso a mí mucho no me importaba, venía de un lugar nada centralizado, ¿qué podía ser peor? Bajas comisiones, rendimientos exorbitantes y el apoyo de las comunidades de telegram, era todo lo que necesitaba alguien que huía de las regulaciones gubernamentales. Por fin me animé a probar con la dapp del momento, un proyecto cuyo logo era un conejo con un panqueque en la cabeza. No hay remate. Imagina lo espantado que había que debía estar para cambiar acciones de empresas energéticas y financieras por unos bellos conejitos con panqueques y miel en la cabeza. Aunque no era lo único raro, otro protocolo tenía panecillos, otro peces, otro gatos… en fin, la seriedad había que dejarla de lado, y en verdad poco importaría.
Lo que sigue es algo completamente irreal, digno de alguna novela fantástica, aquellas moneditas mágicas comenzaron a subir de precio, más y más, con el agravante de que los rendimientos por depositarlas en esas aplicaciones descentralizadas era totalmente ridículo. En fin, mis ahorros comenzaron a crecer de una forma que jamás hubiera imaginado hace unos meses atrás, pero lo malo era que no tenía ningún tipo de fundamento, y lo aún peor era que no me importaba. El tiempo pasó muy rápido y cada día surgía algo nuevo, el caso es que en poco tiempo acumulamos un montón de moneditas que supuestamente tenían mucho valor monetario. Fue tanta la locura, que llegamos a pensar que podíamos llevar una vida de ejecutivos de multinacionales solo con dejar nuestras monedas allí a generar rendimientos y pasar a recoger ganancias de vez en cuando.
Todo lo que sube tiene que bajar
El ascenso fue vertiginoso, pero la caída fue estrepitosa. El golpe de realidad dejó a muchos abatidos en el camino. Hoy, a la distancia, no me puedo explicar cómo fuimos a creer que aquello duraría para siempre. Aún me reprocho más el no haber aplicado toda la teoría aprendida durante meses. Pero hay una explicación: ambición, uno de los grandes peligros en esta industria. Volvamos a recordar por un instante eso del miedo y la temeridad. Hace falta el miedo, no es algo del todo malo, en su justa medida es algo sano y que dota al ser humano de prudencia.
Fueron muchas las enseñanzas aprendidas en aquel momento. Una de ellas fue tomar ganancias, es decir, convertir esos numeritos locos que se ven en las pantallas en algo real, en algo palpable, es algo verdaderamente sano y que hace muy bien. No importa si esas moneditas mágicas en una semana valen diez o cien veces más. Materializa esas ganancias, porque nunca sabes qué pasará, pero sabes que si materializas esas ganancias las podrás disfrutar, para vos, para tu familia, para tus seres queridos. En fin, es fruto de tu esfuerzo. Los numeritos en las pantallas desaparecen de un momento a otro.
No quiero que me mal entiendan, DeFi no es solo ganancias locas y sin sentido, no es solo vértigo y desidia. Hay mucho producto noble, hay mucho desarrollo serio. Llegaba el momento de poner los pies sobre la tierra, planificar y volver a comenzar.
Lo inesperado
Creo que no se esperaban esto, pero tengo que volver a dejarlos en este punto, creo que lo que falta de esta historia merece otro capítulo más. Lo siento, no es mi intención dejarlos con la intriga, pero aún hay muchas penas y alegrías que contar y les prometo que la próxima entrega será aún más apasionante, porque viene la mejor parte, la parte signada por la casi bancarrota y el repunte salvador de la mano invisible.
No quisiera despedirme sin dejar en claro que mis experiencias son solamente eso, experiencias de un inexperto inversor novato que cometió muchos errores, por tanto no tomes nada de lo que he escrito como recomendaciones de inversión y haz siempre tu propia investigación. Hasta pronto.