Muchos de los países de América Latina se han visto muy golpeados en sus estructuras macroeconómicas en las últimas décadas producto de incesantes malas decisiones por parte de sus gobernantes. A pesar de que esto representa un gran problema para la población, también nos ha traído un gran desafío, el desafío de poder aprender y reinventarse. Por otro lado, el acceso a internet ha significado una gran oportunidad para las personas, una oportunidad única de acceso a la información y a las herramientas digitales. Un famoso y popular proverbio reza: “cuando el hombre cayere, no quedará postrado”, una verdad muy interesante, que sentencia la realidad de la humanidad al afrontar un problema. ¿Huimos o lo enfrentamos? La evidencia demuestra que enfrentar el problema suele ser mucho más productivo y superador. Les dejo en estos párrafos un breve screenshot de la realidad social en América Latina y las oportunidades que brinda DeFi ante los azotes de las malas decisiones de sus gobernantes, desde la perspectiva de un latino.

Las últimas décadas han sido nefastas para muchos países de nuestra región; la macro se ha visto muy golpeada, desplazando a muchas familias a la marginalidad y la pobreza. Sin embargo, no todo es culpa de terceros, el factor de las malas decisiones y la falta de preparación juegan un duro papel condicionante para las personas. Detalles más, detalles menos, este es el contexto en el que se sitúa mi relato. Era julio del 2017 y yo me encontraba muy pensativo delante de una pequeña pantalla, como hablando en silencio con ella. Algo inquietante asomaba por mi mente, una pregunta a la que no muy fácilmente hallaría respuesta: “¿hay forma alguna de obtener ingresos extra en internet, una forma real que sea 100% digital?”. Bueno, en realidad no fue tan épico el momento ni tan trascendental la pregunta, pero hay que darle un poco de mística a la cosa, ¿no? Encaminado en esta búsqueda pasé varios días intentando llenar encuestas online que raramente pagaban lo prometido. El comienzo fue con el pie izquierdo, pero al poco tiempo una charla random con un amigo me despertó nuevamente el interés a pleno.

Hasta el momento me parecía totalmente utópico poder recibir retornos de parte de una entidad financiera por mi dinero, es decir, ¿qué interés podría tener un banco en pagar por unos pocos dólares que no le cambiaban el amperímetro a nadie? Sin embargo aquella sencilla charla con mi colega abrió en mí un mundo completamente desconocido hasta el momento; aún recuerdo aquella frase “me contaron que podés dejar tu dinero en el banco y que te pagan por ello, buscá la parte que dice FCI”. La sensación fue de mucha duda y cierta incredulidad, él no parecía muy convencido, así que fui a la fuente, alguien se lo había contado a él, quizás ese alguien tenía más datos para aportarme. Pienso que es crucial la forma en la que el miedo y la temeridad actúan sobre nosotros, hay un dinamismo en el que estos definen nuestra personalidad y nos hacen quienes somos, aunque con el pasar del tiempo y la experiencia vamos retocando estos parámetros. En mi caso el miedo prevalecía por sobre mi lado temerario (aún hoy en día prevalece en muchos aspectos) lo que me llevaba a ser muy cuidadoso en cada paso que daba. Eso me limitaba en muchos sentidos, pero también me dotaba de algunas buenas cualidades, como ser muy calculador y detallista. En poco tiempo armé una lista detallada de cada fondo común de inversión que me ofrecía el banco, con detalles de cada uno como la composición, el rendimiento esperado, el tiempo de acreditación, el horizonte, etc, etc. Poco después indagué sobre fondos de otros bancos, los comparaba en tablas de excel, miraba gráficos históricos y pasaba mucho tiempo decidiendo cual de ellos me convenía.

Muy pronto el universo de instrumentos que me ofrecían los bancos quedó muy chico, tiempo prudente para el descubrimiento de las sociedades de bolsa. Resulta que existían centenas de FCI’s, tantos que era imposible analizarlos a todos, y tan variados que sería inútil poder decidir entre tantos, sin embargo lo que más atrajo mi atención fue descubrir nuevas herramientas de inversión. En poco tiempo me encontraba confeccionando nuevas tablas de bonos soberanos y obligaciones negociables, con todo tipo de detalles descabellados, incluyendo las comisiones que debía pagar en cada broker, puntuando a cada uno con un rango de una a cinco estrellas ¿Escucharon la expresión: murió de sobre-análisis? Para mí no existía, no era una realidad, porque disfrutaba haciéndolo, el aprendizaje logrado era gratificante. En el medio aprendí un concepto que desafiaba un gran legado popular en los hogares de mi querida nación, y es que comprar dólares estadounidenses era una regla de oro, la “inversión” por excelencia. Por ello fue difícil asimilar la idea de que el mero hecho de comprar la divisa extranjera y guardarla sin más no se considere como una inversión en el sentido estricto de la palabra, pero fue este uno de los sucesos que marcó el comienzo de una nueva etapa, aunque en ese momento no lo sabía. En agosto del 2019 ocurrirían sucesos que marcarían profundos cambios en la política cambiaría y regulatoria de mi país. Era la primera vez que experimentaba como las reglas del juego cambiaban de manera arbitraria, tirando por el suelo todas las estrategias financieras que había construido por meses. La compra de divisas ya no estaba bien vista, la confianza en la solvencia y voluntad de pago por parte del Estado se había dañado gravemente y las empresas comenzaban a tener una performance muy poco favorable. Un verdadero desastre, las decisiones del círculo rojo, no solo provocaban el sangrado, sino que también infectaban la herida para que ésta no sanara pronto. Pero, ¿recuerdan lo que mencionaba al comienzo de este escrito? Cada crisis trae consigo un mundo de nuevas oportunidades. La aparición de diferentes cotizaciones en la divisa norteamericana me enseñó un nuevo concepto fundamental: el arbitraje. Comprar barato para venderlo caro de forma inmediata, utilizando todo tipo de artimañas, la astucia criolla y el apoyo colectivo, esas eran las claves para aprovechar la crisis reinante, todo mediado por redes e internet.

Aunque no es una ley 100% rigurosa, es bien sabido que en la mayoría de los casos, lo bueno suele durar poco. En breve tiempo, todas las opciones de arbitraje instantáneo fueron censuradas, pero como ya habrás comprendido a lo largo de esta lectura, eso no implicó el fin del mundo ni mucho menos. Me llegó una info nueva, algo que me despertaba ese miedito por lo desconocido. Aunque no parezca, los nombres son muy importantes, muchas veces un simple nombre puede condicionar el prejuicio humano de una forma impensada. Hasta ese momento estaba acostumbrado a nombres que tenían cierto parecido, por lo general siglas que sonaban interesantes, muchas veces acompañadas por uno que otro número: A020, FIMA Selecta, Pionero Renta Ahorro, Renta USD y cosas por el estilo. Esperaba cosas similares, incluso ya había escuchado hablar sobre Bitcoin y Ethereum, nombres muy interesantes, grandes nombres. Vaya sorpresa me llevé al ver que una fintech local promocionaba y tenía como producto estrella a una “criptomoneda” llamada DAI. “¿DAI? Suena a nombre de niña, quizás estaría bueno para llamar así alguna crema o perfume, pero no para algo financiero”. Bueno, resulta que aquí hay mucho dato entramado, idioma, visión, filosofía… El hecho es que tardé mucho tiempo en darle una oportunidad a este nuevo activo, desconociendo que me conduciría a un nuevo universo de posibilidades. Lo que comenzó como una nueva oportunidad de arbitraje para la divisa extranjera pronto me llevó a tener que comprender muchos nuevos conceptos relacionados con blockchain. Diciembre de 2019 llegaría con nuevas regulaciones, regulaciones que cercenaban la libertad financiera de los ciudadanos. De a poco mi acotado capital migraba a cripto, aunque no del todo, pero se iban abriendo camino, y lo desconocido me producía cada vez menos temor, es que el verdadero temor lo infundían las insólitas regulaciones del gobierno de turno. En marzo del 2020 la situación era insostenible y un cisne negro de magnitud mundial azotaría a todo el globo terráqueo de una manera nunca antes vista.

El SARS-CoV-2 fue el protagonista en aquel año, un antagónico protagonista, muy inesperado e indeseado. Muerte, incertidumbre, miedo, desconcierto, todo eso que suele afectar a los mercados y a la economía en general se había juntado en un solo fenómeno y multiplicado por centenas. Una película de terror, la más escalofriante y paralizante, se había hecho realidad y, como era de costumbre, la política aprovechó para hacer de las suyas. Pero, una vez más, estaba ante un gran descubrimiento para mi vida personal, uno que cambiaría drásticamente mi concepción de las finanzas. Recuerden, crisis es igual a desafío, pues bien, esta gran crisis requería tomar un gran desafío.

Si hasta este momento te ha llamado un poco la atención esta historia y quisieras conocer un poco más te invito a leer la segunda parte, en ella relataré mi comienzo en DeFi, un capítulo de mi vida lleno de penas y alegrías, duras y tristes penas, pero también triunfos y remontadas épicas, o quizás no tanto, pero siempre hay que venderlo bien, ¿no? Te espero en el segundo capítulo de “La ruta de la libertad: baches y caminos campestres en las finanzas de un latino".