La gran parte de los medios de comunicación, los periodistas, las encuestas, los estudios de mercados, los políticos y los empresarios todavía defienden una hegemonía surrealista disfrazada por la necesidad de progreso, estabilidad social y sentido común. Gramsci se retuerce en su tumba.

En los años 20, nuestro valor se calcula por el capital económico y la plusvalía que los empleadores consiguen a costa del agobio personal. El cansancio de ser chileno es crítico y soñar con un futuro próspero tiende a ser demasiado ingenuo, pues somos cautivos de una depresión basal que se expresa como angustia física, mental, relacional y política. Lo que a la larga, desemboca en una sensación de desarraigo.

En este país con nombre obsoleto, nos educaron con un déficit de empatía criminal; solo somos un número del sistema globalizado. Seres explotados por el uso irresponsable de los avances tecnológicos desmesurados. «La desmesura (hybris) debe ser apagada más que un incendio», dijo Heráclito de Éfeso (535 – 470 A.C.).

Ya que siempre reina el caos, la muerte y la guerra, no podemos olvidar nuestra disposición subversiva de la mano del aislamiento, la conversación y el andar sin rumbo para saciar nuestros deseos revolucionarios.

Debemos distanciarnos políticamente de lo establecido, desarrollar la capacidad reflexiva y adoptar una actitud inconformista hacia la experiencia urbana con el propósito de resignificar los elementos que conforman nuestros logos. Solo así crearemos nuevas palabras que comuniquen los sentires.

«¡A la deriva! ¡Un pequeño bote a la deriva!
¡Y cae la noche!
¿Acaso nadie guiará el pequeño bote
al pueblo más cercano?

Así cuentan los marineros — sobre el ayer —
que cuando la tarde se puso ocre
un pequeño bote abandonó su lucha
y a las profundidades bajó y bajó.
Así cuentan los ángeles — sobre el ayer —
que cuando la mañana se puso roja
un pequeño bote — superado por las galernas —
aparejó sus mástiles — engalanó sus velas —
¡y con júbilo - salió disparado!»

Emily Dickinson.

Sin un aislamiento premeditado nos diluimos en el UNO, caemos presas de Moloch y la existencia inauténtica. Botín de nuestro dolor absurdo y de la vida capitalista sin sentido que tanto disfruta la mayoría del endeudamiento, el egoísmo y la explotación de los recursos.

Adoptemos entonces la actitud rebelde de las almas libres y comencemos a lenguajear nuevas ideas, porque estamos condenados a ganarle al miedo. «Nunca volveremos a estar solos», escribió Camus. El fuego, regalo de Prometeo y fenómeno natural, es elemento purificador. No es violencia, sino justicia poética. Es la belleza que expresamos con palabras.